El Cristo de Santa María de los Reales Alcázares
En el altar mayor de Santa María de los Reales Alcázares existe un Cristo románico, llamado de los cuatro clavos, que resulta muy llamativo porque está arqueado a un lado. Además de ser el Cristo más antiguo de la ciudad, es de los más conocidos, y no destaca por el singular arqueo de su cuerpo hacia un lado. Es el Cristo más antiguo de la ciudad y además de los más conocidos, en parte por la leyenda que lo acompaña.
Una viuda en el siglo XIX
En el año 1850, una mujer llamada Catalina quedó viuda. A mediados del S. XIX, al morir los esposos, las mujeres quedaban a cargo de algún familiar de éste. En este caso se quedó a cargo del hermano del fallecido, pero antes de morir, le hizo prometer a la esposa que no se casaría con él.
Pero a la vuelta del entierro, el hermano del difunto, que se llamaba Miguel, comenzó a hacer proposiciones a su cuñada. La viuda conocía la fama de vividor de Miguel y recordando la promesa que le hizo a su esposo, se negaba una vez tras otra (y mira que el cuñado insistía).
La venganza
Ante las constantes negativas, el hombre ideó un plan para vengarse de ella. Colándose en su casa, le robó las escrituras de propiedad de la vivienda. Una vez hurtadas, las escondió detrás del Cristo de los cuatro clavos. Seguidamente acudió al juez para denunciar la situación de su cuñada y para que ésta, al verse desahuciada, se casara con él.
El juez acudió a casa de la viuda y la obligó a buscar las escrituras. Sin embargo, después de remover Roma con Santiago, no las encontró. Dos alguaciles la detuvieron y cuando iban caminando hacia el calabozo, Catalina pidió entrar a la Iglesia de San Pedro a rezar ante el Cristo de los Cuatro Clavos (se encontraba por entonces en esta capilla, hoy cerrada)
Frente a la imagen, la viuda suplicaba un milagro. De repente oyó la madera crujir y vio como el cuerpo del Cristo se arqueaba hacia la derecha y dejaba caer las escrituras robadas. El cuñado ante el milagro confesó al juez muerto de miedo.
