El descenso de la Virgen de la Capilla a Jaén

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Cuenta la leyenda, que la madrugada del 11 de Jun io, la ciudad de Jaén recibió la visita de la Virgen de la Capilla. Este hito es el origen de una devoción que perdura hasta nuestros días, convirtiendo a esta adveración en coparon de la ciudad junto con Santa Catalina. Pero ¿qué convierte esta aparición en peculiar?

La historia de un descenso

Según cuenta la leyenda, la Virgen María descendió a Jaén en la noche del 10 al 11 de junio de 1430. Una época en la que la ciudad, tierra de frontera, vivía con la incertidumbre de continuas batallas y pleitos entre cristianos y moros del cercano reino de Granada.

La solemne procesión, estaba presidida por una Señora de resplandecientes ropajes y un séquito de varias decenas de personas, que portaban pendones y cruces parroquiales. Todos los testigos coincidieron en que lo que veían sus ojos no era de este mundo. El cortejo celestial partió desde la Catedral hasta la iglesia del arrabal de San Ildefonso. Aquel arrabal se encontraba por entonces a las afueras de la ciudad, y era habitado por gente sencilla: hortelanos y agricultores en su mayoría. Ellos fueron los que vieron como la Virgen se detenía frente a la portada gótica de la Iglesia de San Idelfonso (en un lugar ahora conocido como Reja de la Capilla) y daba comienzo una solemne liturgia con cánticos sobrenaturales.

Pronto el pueblo de Jaén interpretó este hecho como una aparición de la Virgen, para infundir coraje y ánimo en una devastada tierra de frontera.

El milagro de la Virgen de la Capilla tiene acta notarial.

Si miramos el contexto histórico es cierto que los milagros acompañaban a los hombres y mujeres medievales día si y día también. Estos acontecimientos han conformado la realidad de las costumbres, fiestas y sociedades, pero ¿qué tiene de particular esta aparición? ¡Pues que tiene un acta notarial que lo certifica! Todos los testigos que vieron esa extraña aparición dieron su testimonio ante el notario de que lo que decían era cierto. Dichos documentos aun se conservan, convirtiéndose, independientemente de nuestras creencias religiosas, en una joya histórica.

Este es el extracto del acta notarial:

“En la muy famosa, muy noble, y muy leal Ciudad de Jaén, guarda y defendimiento de los Reynos de España. (Bartolomé Ximenez Patón, Secretario del Santo Oficio, en el capitulo decimotercero de su obra “Historia de la Antigua y Continuada Nobleza de la Ciudad de Jaén”, publicada en 1628).

Sábado en la noche a diez días del mes de junio de 1430 años, siendo Obispo de esta Ciudad y Capitán de Este Reino Don Gonzalo de Astuñiga (que hoy decimos Zúñiga) ante su provisor y vicario general Juan Rodríguez, Bachiller en derechos, se probó haber pasado, real y verdaderamente lo que se refería:

Que a la hora de medianoche el sábado dicho iba una gran procesión de gente muy lucida y con muchas luces, y en ella siete personas que parecían hombres, que llevaban siete cruces.

Iban uno detrás de otro, y que las cruces parecían a las de las parroquias de ésta Ciudad, y los hombres que las llevaban iban vestidos de blanco o con albas largas hasta los pies.

Iban más otras treinta personas también con vestidos Blancos, en dos hilos, acompañando las Cruces.

En lo último desta procesión iba una Señora más alta que las otras personas, vestida de ropas blancas con una falda de más de dos varas y media.

I iba distinta de los demás la última, y no iba cerca della otra persona, de cuyo rostro salía gran resplandor, que alumbraba más que el Sol, porque con él se veían todas las cosas al rededor, y contorno, y las tejas de los tejados como si fuera a medio día el Sol muy claro, y era tanto lo que resplandecía, que le quitaba la vista de los ojos, como el sol cuando le miran en hito.

Esta Señora llevaba en sus brazos un niño pequeño también vestido de blanco, y el niño iba sobre el brazo derecho.

Detrás desta Señora venían hasta trescientas personas, hombres y mujeres, éstas cerca de la falda de la Señora, y ellos algo mas atrás.

Estos hombres y mujeres no hacían procesión sino de montón; iban las mujeres delante y los hombres atrás, y todos vestidos de blanco, y sonaban como que iban armados.

La cual procesión iba hacia la capilla de San Ildefonso, y habían salido de la Santa Iglesia mayor.

Esto afirmaron con juramento Pedro, hijo de Juan Sánchez; Juan, hijo de Vzenda Gómez; Juana Hernández, mujer de Aparicio Martínez; y otros testigos, cuyos dichos y deposiciones están en el archivo desta Iglesia, y capilla.”

La talla de la Virgen de la Capilla y la Iglesia

El pueblo de Jaén, agradecido, colocó una talla de una Virgen, extraída de un retablo justo en el lugar donde había finalizado aquella aparición. La devoción comenzó a crecer, y el lugar santo empezó a recibir visitantes que comenzaron a llamar a esta talla como Virgen de la Capilla, por estar situada dentro de la capilla de San Ildefonso.

La talla es una obra anónima de principios del siglo XVI, lo que la convierte en una talla gótica. Tiene una altura de aproximadamente 50cm y esta policromada. Sobre su brazo izquierdo se apoya el niño, que forma parte de la talla completa.

La devoción a esta imagen, coronada canónicamente y nombrada patrona de la ciudad por Pío XII, fue en aumento a lo largo de los siglos, por lo que aquella primitiva pequeña capilla comenzó a sufrir ampliaciones que la convirtieron en el suntuoso templo que hoy es, donde podemos ver una mezcla de estilos, gótico, renacentista, barroco y neoclásico. Una basílica menor que además de recoger numerosas obras de arte, acoge los restos del Arquitecto del Renacimiento, Andrés de Vandelvira.

 

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