Ruinas de San Francisco en Baeza

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¿Conocéis la historia de las ruinas más visitadas de Baeza? Son las llamadas ruinas de San Francisco o las de la capilla de los Benavides.

A principios del S.XVI, aprovechando los años de prosperidad que vivía la ciudad, los monjes franciscanos acuerdan la construcción de un nuevo templo debido al mal estado del construido durante la reconquista. El patrono que por entonces tenía la comunidad no presentó mucho interés, por lo que se buscó la colaboración de otros patronos, siendo los elegidos la noble familia baezana de los Benavides.

Entusiasmados con el proyecto deciden que la capilla será su lugar de enterramiento, un lugar a la altura de la capilla del Salvador, el monumento funerario por excelencia de la vecina Úbeda. No sabemos si por el “pique” que existe desde tiempo inmemorial entre las ciudades, o por afán de ganarse un lugar en el cielo, la empresa es encargada nada más y nada menos a Andrés de Vandelvira, que proyecta una construcción colosal que debe ser llevada a cabo en un breve espacio de tiempo, lo que obliga al arquitecto a acelerar las cosas y dedicarse a ella en exclusiva.

La obra de 50 metros de altura, con unas impresionantes bóvedas decoradas con pintura es finalizada en 1546, en tan solo 6 años. Esta, debía haber sido una de las obras cumbre del Renacimiento andaluz, pero una serie de infortunios quiso que solo llegara a nuestros días el recuerdo y unas ruinas imponentes.

La caída

En el año 1644 se desencaja la clave de uno de los arcos principales de la bóveda de la capilla mayor y se abre una grieta que amenaza con derrumbe, por lo que se inicia la primera de muchas restauraciones. Pero en 1755, el infame terremoto de Lisboa afecta a la Iglesia con herida de muerte, por lo que se decide desmantelar la cúpula para luego restaurarla.

Pero la restauración no llegaría nunca… con la llegada de los franceses se produce un grave expolio y deterioro, delegando la majestuosa obra de Vandelvira a cuadra para los caballos, arrebatándole, para siempre, el esplendor que le correspondía por justicia.

Tras la desamortización de Medizabal, el edificio se adentra en el siglo XX como vivienda, mercado, horno de pan, taller de carruajes, librería, teatro, hospedaje para viajeros…

En 1988 se decide dotarlo de nueva solería y pilares de cemento que sustentan los arcos de acero que hoy hacen de esquema de lo que un día fue la bóveda. Restauración no exenta de polémica, pero que nos ayuda a imaginar lo que un día fue, la imperfecta obra del perfecto proyecto de Andrés de Vandelvira.

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