Leyenda del lagarto de la Magdalena

 In Experiencias

Si hay una leyenda mítica en Jaén es la del lagarto de la Magdalena. Tanta importancia y peso tiene en la vida de los jiennenses y ha trascendido fronteras que El Lagarto de Jaén fue recientemente elegido uno de los diez Tesoros del Patrimonio Cultural Inmaterial de España. Como toda leyenda de fuerza existen varias versiones, teorías y variantes. Hoy nosotros os contamos la nuestra, la que escuchamos a nuestras abuelas y contamos a nuestros hijos.

Hace muchos muchos años, vivía un lagarto en el raudal de la Magdalena, una fuente natural situada a las faldas del castillo de Santa Catalina. El pequeño lagarto comenzó a ser alimentado por los niños y vecinos del barrio. Pero el lagarto dejó pronto de ser pequeño y se convirtió en una bestia descomunal. Las chucherías y restos de las familias colindantes dejaron de ser suficientes, por lo que comenzaron a desaparecer gallinas, cabras y otros animales en las fauces del lagarto.

La cosa comenzó a pasar de castaño oscuro, cuando la bestia inmunda comenzó a merendarse a las doncellas que acudían con sus cantaros a coger agua del raudal. El miedo comenzó a cundir. Las madres advertían a sus hijos. Las familias preferían pasar sed o buscar agua más lejos con tal de no mandar a sus hijas a la fuente de la Magdalena. Ante la poca afluencia de gente a su guarida, la bestia comenzó a pasear las calles del barrio en busca de algo que llevarse a la boca.

Acabar con el lagarto

Leyenda lagarto de la magdalena

Las autoridades de la ciudad, decidieron poner fin a esta situación y abrieron convocatoria para que algún caballero, soldado o noble acudiera a dar fin con la bestia. De todos los confines del reino vinieron a matar el lagarto pero nadie podía con la bestia. Hasta que un humilde preso que cumplía condena por causa injusta pidió al alcaide que le permitiera salir de la cárcel y si mataba al lagarto no quería más premio que su libertad.

Conscientes de la dificultad de matar al mal bicho por la fuerza, decidieron dejarle al menos intentarlo. Sabían que, si el preso era derrotado moriría en las fauces del lagarto, por lo que otra boca menos que alimentar en el presidio. Pero no contaban con que el preso no iba a aplicar la fuerza bruta, sino la astucia. Requirió un caballo, una soga larga, una piel de oveja y varios kilos de pólvora.

Con la piel de oveja cubrió la pólvora, haciendo parecer que el animal volvía a ser corpóreo. Ató la oveja-bomba a la larga soga y la colocó en la puerta del raudal de la Magdalena. El lagarto, movido por el hambre olisqueó el olor a animal y diviso un suculento bocado para saciar su apetito. Fue entonces cuando el preso subió a caballo y tirando del otro extremo de la soga comenzó a simular el movimiento de una oveja que avanzaba seguida por el lagarto hambriento.

El enorme lagarto aumentaba el ritmo por las calles de la Magdalena para apresar a la oveja, pero el caballa era mucho más ligero que el inmundo animal porque lo que era imposible darle presa. Anduvo el lagarto detrás de la oveja varias calles, abandonando su barrio y adentrándose a los arrabales. Vió entonces el preso el momento idóneo para que el lagarto tragara tan suculento y explosivo bocado pues no había casas ni transeúntes. El lagarto con ansiedad devoró en un abrir y cerrar de ojos la oveja. No le había dado tiempo al lagarto a cerrar la boca cuando la oveja explotó y con ella el lagarto, no quedando de el más que un poco pellejo.

Ni que decir tiene que el preso ganó su libertad, y los jiennenses volvieron sin miedo a coger agua del raudal de la magdalena. Desde entonces se comenzó a decir la expresión «reventar como el lagarto de la Magdalena, de la Malena o de Jaén»

¿Conocías esta historia? ¿Te contaban tus mayores otra versión? ¡No olvides dejárnoslo en los comentarios!

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